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El principio de solidaridad

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El principio de solidaridad Juan Pablo II El principio de solidaridad La solidaridad es uno de los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia. – PowerPoint PPT presentation

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Title: El principio de solidaridad


1
El principio de solidaridad
  • Juan Pablo II

2
El principio de solidaridad
  • La solidaridad es uno de los principios
    fundamentales de la doctrina social de la
    Iglesia. Juan Pablo II lo presenta como principio
    social y como virtud moral (MJMP 2001, 17).
  • Ya antes de ser elegido Papa había tratado el
    tema de la solidaridad, principalmente desde su
    visión filosófica personalista. Karol Wojtyla
    entiende la solidaridad como una actitud que se
    basa en el hecho de que los seres humanos viven y
    actúan juntos, una actitud que está relacionada
    siempre con el bien común y con la participación

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  • Podemos también afirmar que la subsidiaridad, es
    la otra cara de la solidaridad.
  • Wojtyla define la actitud de solidaridad como la
    consecuencia natural del hecho que el hombre
    existe y actúa junto con los otros.
  • Es también el fundamento de la comunidad en la
    que el bien común condiciona y revela en modo
    adecuado la participación, y la participación
    sirve adecuadamente al bien común, lo favorece y
    lo realiza.
  • Solidaridad significa disposición constante para
    recibir y realizar lo que a cada quien le
    corresponde como miembro de una comunidad
    determinada (Persona y Acto).

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  • Ya se puede también desde aquí ir delineando la
    solidaridad como virtud en este caso todavía
    natural, ya que habla de disposición constante
    para el cumplimiento de los propios deberes, lo
    que nos remite a pensar en un hábito bueno o
    virtud. La conciencia de la responsabilidad por
    el bien común de la comunidad en que se vive,
    impulsa a cumplir lo que corresponde a cada uno
    de los miembros, pero también a ir más allá de
    ello.
  • Por otra parte, la solidaridad también impide
    invadir campos ajenos, y ayuda a respetar los
    deberes de los demás, lo cual se concilia con el
    principio de participación que indica ciertas
    partes en la estructura comunitaria del actuar y
    del existir humanos (Persona y acto).

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  • La persona solidaria cumple con los deberes que
    le competen directamente, respeta los campos de
    los demás, pero se mantiene siempre atenta a no
    limitarse a la parte que le corresponde, lo cual
    reflejaría falta de solidaridad. Esto significa
    indirectamente que en la actitud de solidaridad
    la referencia al bien común debe estar
    constantemente viva, debe dominar en manera tal
    que el hombre sepa cuándo es oportuno asumirse
    algo que supera su parte habitual de acción y
    responsabilidad.
  • El sentido particular de las necesidades de la
    comunidad, que es específico de la actitud de
    solidaridad, hace que por encima de cualquier
    particularismo se resalte el rasgo de una cierta
    complementariedad la disposición a
    complementar con el acto que realizo lo que
    realizan los otros en la comunidad , se puede
    decir que la solidaridad es la expresión
    substancial de la participación. Gracias a esta
    actitud el hombre encuentra la realización de sí
    mismo en la complementación de los demás
    (Persona y Acto).

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  • Las reflexiones sobre la solidaridad en la obra
    Persona y acto de Wojtyla, hasta aquí expuestas,
    tienen una semejanza evidente con el tema tratado
    en sus enseñanzas ya como Pontífice,
    particularmente con lo que encontramos en la
    Sollicitudo rei socialis.
  • La solidaridad está presente en un sin fin de
    documentos. Ya desde su primera encíclica nos
    expone su visión acerca de la solidaridad. En
    ella mira el escenario que presentaba el mundo
    que se acercaba al final del segundo milenio, un
    mundo donde el acceso a los bienes de la tierra
    no era igual para todos los hombres y mujeres,
    como corresponde a su igual dignidad humana.

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  • El Papa veía entonces un mundo poco diferente del
    actual, donde pueblos enteros se veían privados
    de lo necesario, mientras que los epulones de la
    tierra dilapidaban y consumían excesivamente.
    Este escenario, según el Papa, ponía en tela de
    juicio las estructuras de hacía casi 30 años,
    estructuras económicas, sociales, políticas y
    culturales que consentían el subdesarrollo moral
    de los pueblos afortunados económicamente y el
    subdesarrollo material de los pueblos pobres,
    ambos formados por hombres y mujeres
    pertenecientes a la misma y única familia humana.

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  • Ante esta visión de la realidad indica el
    principio de solidaridad, como inspirador en la
    búsqueda de hacer más humana la interdependencia
    entre los pueblos, permitiendo un verdadero
    desarrollo para todos (cf. RH,16). Este tema del
    desarrollo, como bien sabemos lo retomará en la
    encíclica conmemorativa de la Populorum
    progressio. Antes, en la Laborem exercens trata
    el tema refiriéndolo al mundo del trabajo,
    considerando la solidaridad entre los hombres del
    trabajo y solidaridad con los hombres del
    trabajo, para que éstos puedan gozar de
    condiciones de trabajo y de vida dignas (cf. LE,
    8).

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  • En sus Mensajes para la Jornada Mundial de la
    Paz, el tema de la solidaridad es recurrente. En
    ellos insistirá en el vínculo estrechísimo que
    existe entre la solidaridad, el desarrollo y la
    paz.
  • La solidaridad es necesaria para la paz
  • El desarrollo y la paz son dos derechos
    inseparables e interdependientes si la
    solidaridad está ausente, no se puede vencer la
    pobreza ni alcanzar la paz. El Papa denuncia por
    ello que la práctica del consumismo representa
    también una amenaza para la paz, ya que provoca
    insensibilidad ante las necesidades ajenas,
    obstaculizando la práctica de la solidaridad,
    especialmente para con los más pobres.

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  • Una auténtica solidaridad es universal, es decir,
  • no tiene fronteras porque todos somos miembros de
    la misma familia humana (cf. MJMP 1981, 4)
  • todos estamos unidos por un origen y supremo
    destino comunes (MJMP 2005, 6)
  • el reconocimiento de esta unidad de la familia
    humana lo que puede conducir hacia la práctica de
    la solidaridad (cf. MJMP 1986, 4), permitiendo a
    los hombres construir relaciones nuevas en las
    que se respeta a toda persona, sus valores
    auténticos y su cultura. Relaciones que no
    atentan contra la legítima autonomía y
    autodeterminación de los otros, y que permiten
    mirar más allá de nosotros mismos y apoyar lo
    bueno de los demás (cf. MJMP 1986, 5).

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  • La solidaridad es un principio ordenador de las
    relaciones socialmente estructuradas y una virtud
    moral un deber a favor del bien común (MJMP
    1986, 2), y una urgente necesidad moral (MPJMP
    1990, 10).
  • Particularmente en el Mensaje previo a la
    publicación de la encíclica Sollicitudo rei
    socialis, anticipa mucho de la reflexión sobre el
    argumento. En efecto, en su Mensaje para la
    Jornada Mundial de la Paz de 1987, continúa a
    delinear los rasgos de la solidaridad como virtud
    y como principio, lo cual tiene su fundamento en
    una de las verdades más profundas sobre el
    hombre, aquella según la cual somos una sola
    familia humana.

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  • Porque todos tenemos el mismo origen y
    participamos de la misma herencia, todos tenemos
    la misma dignidad y los mismos derechos
    fundamentales e inalienables (cf. MJMP 1987, 1
    2). La raíz de la solidaridad humana auténtica,
    que todos los gobiernos deben promover en sus
    políticas y programas para proteger la dignidad y
    los derechos humanos fundamentales de toda
    persona o grupo de personas, sobre todo de los
    más débiles, es la igualdad fundamental de todos
    los seres humanos.
  • El reconocimiento de esta verdad impulsa y ayuda
    a mirar y fortalecer los valores comunes para
    construir relaciones sociales más justas y
    fraternas, poniendo en práctica acciones
    concretas que mitiguen o acaben con los
    sufrimientos de los otros que existen junto
    conmigo, especialmente de los más pobres.
    Acciones que a la vez que afirman la verdad sobre
    el hombre, ponen también de manifiesto el deber y
    la capacidad que se tienen de trabajar por el
    bien común (cf. MJMP 1987, 2 3).

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  • El Mensaje no es ingenuamente optimista, tiene en
    consideración también los obstáculos que frenan o
    impiden la solidaridad. Éstos son fruto, ante
    todo, de la ignorancia o negación de esa verdad
    profunda que proclama la igualdad fundamental y
    dignidad de todos los ciudadanos del mundo.
  • Es lógico que al entrar en juego la verdad y la
    libre responsabilidad, el Papa afirme que la
    solidaridad, por su misma naturaleza, es una
    realidad ética ya que conlleva una afirmación de
    valor sobre la humanidad. Por esta razón, sus
    implicaciones para la vida humana en nuestro
    planeta y para las relaciones internacionales son
    igualmente éticas en efecto, nuestros lazos
    comunes de humanidad nos exigen vivir en armonía
    y promover todo aquello que es bueno para unos y
    para otros (MJMP 1987, 7).

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  • Hoy, como a finales del milenio pasado, existe
    una interdependencia, cada vez mayor, entre las
    personas y entre los pueblos. Una red de
    relaciones en todos los ámbitos que requiere
    tomar conciencia del destino común de la
    humanidad y, desde la fe cristiana, del destino
    de salvación eterna. Este destino de unidad se ve
    amenazado de diversas maneras y ante estas
    amenazas, la Iglesia, que es sacramento o signo
    e instrumento... de la unidad de todo el género
    humano (Lumen gentium, 1), no puede permanecer
    indiferente (SRS, 14).
  • La realidad de la interdependencia necesita ser
    administrada, ordenada correctamente a favor del
    bien común de la familia humana. La razón es que
    la interdependencia se vuelve una categoría moral
    cuando somos conscientes de ella como un sistema
    que determina las relaciones en el mundo
    contemporáneo en sus elementos económicos,
    culturales, políticos y religiosos. La respuesta
    correlativa a la interdependencia como categoría
    moral es la actitud moral o virtud de la
    solidaridad.

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  • La solidaridad, presentada como virtud por Juan
    Pablo II, es propuesta como la respuesta
    apropiada para favorecer la consecución del bien
    común y llegar a buen puerto en la barca que
    todos los seres humanos compartimos, porque
    cuando la interdependencia vaga desconectada de
    la ética perjudica a todos, sobre todo tiene
    unas consecuencias funestas para los más débiles
    (SRS, 17). Para ordenar esta interdependencia, es
    decir, esta multitud de relaciones entre los
    seres humanos, Juan Pablo II propone la
    solidaridad no como un sentimiento superficial
    por los males de tantas personas, cercanas o
    lejanas, sino como la determinación firme y
    perseverante de empeñarse por el bien común es
    decir, por el bien de todos y cada uno, porque
    todos somos verdaderamente responsables de todos
    (SRS, 38).

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  • Juan Pablo II ha explicitado que la solidaridad
    es una virtud cristiana, proyección de la caridad
    evangélica, en el ámbito de las relaciones
    socialmente estructuradas. Es una virtud
    cristiana porque en ella aparecen las opciones
    propuestas por el evangelio la entrega por el
    bien del prójimo, que está dispuesto a perderse,
    en sentido evangélico, por el otro en lugar de
    explotarlo, y a servirlo en lugar de oprimirlo
    para el propio provecho (cf. Mt 10, 40-42 20,
    25 Mc 10, 42-45 Lc 22, 25-27) (SRS, 38) dar
    la vida por el prójimo la gratuidad, el perdón,
    la reconciliación.
  • Los puntos de contacto con la caridad cristiana
    son numerosos (cf. SRS, 40). No es pues una
    virtud meramente humana, ni la sospechosa versión
    secularizada de la caridad.

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  • La solidaridad es presentada también como un
    principio social ordenador de las instituciones,
    según el cual las estructuras de pecado, que
    dominan las relaciones entre las personas y los
    pueblos, deben ser superadas y transformadas en
    estructuras de solidaridad, mediante la creación
    o la oportuna modificación de leyes, reglas de
    mercado, ordenamientos (CDSI, 193).
  • Con la solidaridad se recuerda que las
    estructuras socioeconómicas y políticas tienen
    sentido sólo cuando están al servicio del bien
    común. El principio de solidaridad al no ser una
    estrategia, supera tanto al egoísmo ilustrado e
    individualista como la mera cooperación, es
    decir, el corporativismo cerrado, ya que mira al
    bien de todos, por eso también ilumina e impulsa
    hacia la opción preferencial por los pobres,
    porque tiene en cuenta las desigualdades y
    asimetrías de los más débiles.
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