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CAPITULO PRIMERO: CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA UN CAMINO DE FE

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Title C mo creer hoy en Dios? Author: Mauricio Albornoz Last modified by: Luis Albornoz Created Date: 1/5/2006 3:10:52 AM Document presentation format – PowerPoint PPT presentation

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Title: CAPITULO PRIMERO: CONDICIONES DE POSIBILIDAD PARA UN CAMINO DE FE


1
CAPITULO PRIMEROCONDICIONES DE POSIBILIDADPARA
UN CAMINO DE FE
2
Abrirnos a las factibilidades de un camino no
agotado, pero lleno de posibilidades
3
Dios como acceso y respuesta a lo definitivamente
humano
  • Las posibilidades del hombre en todo lo que es
    capaz de emprender son cuantitativamente y
    cualitativamente insospechadas -los avances
    científico-técnicos de la ultima mitad del siglo
    XX dan cuenta de ello- sin embargo, siempre se
    ve envuelto en una realidad ineludible su propia
    finitud.

4
  • De estas mismas reflexiones se deduce el caminar
    histórico de la experiencia de fe, es decir, si
    la experiencia creyente se ve circunscrita en
    categorías humanas para su mejor comprensión y
    reconocimiento, entonces esta experiencia tendrá
    diversas comprensiones según el hombre se
    comprenda así mismo. La inteligencia humana va
    caminando de este modo a una siempre mejor
    comprensión -en lo humano- de toda realidad
    trascendente, no obstante la realidad divina
    permanezca inmutable. Welte 1 afirma que
    Puesto que la inteligencia que el hombre tiene
    de si mismo y del ser está actualizada de una
    manera peculiar en la religión, en consecuencia
    la religión se expresa en un lenguaje humano, en
    categorías humanas y en posibilidades de
    pensamiento humano, vive en formas de realización
    humana. Sólo desde aquí puede explicarse el hecho
    manifiesto de que la religión a su manera
    participa también en el cambio histórico de la
    inteligencia que el hombre tiene de si mismo y
    del ser, y de que por tanto, la religión posee
    una historia humana y a veces demasiado humana,
    por más que Dios, desde el cual se entiende la
    religión, sea inmutable y se halle fuera de tal
    historia. 2
  • 1 Nos referimos a Bernard Welte. Nació en
    Meßkirch nel Baden, Alemania el 31 marzo de 1906.
    Estudió teología en Friburgo y en Mónaco. Fue
    ordenado sacerdote en el año 1929. En 1946
    obtiene la docencia libre en la Universidad de
    Friburgo donde murió en 1983. Su trabajo
    dominante tuvo que ver con la reflexión
    filosófica en un estado tentativo de recuperar
    una esperanza religiosa, capaz de mantener el
    carácter ecuménico, evidenciando en su
    interioridad lo especifico del mensaje cristiano.
    Ha iluminado algunos temas fundamentales bajo el
    estudio a Santo Tomas, el Maestro Eckhart y Kant.
    Entre sus numerosas obras recordamos Sobre la
    posibilidad de una nueva experiencia religiosa de
    1976 Filosofía de la Religión de 1978.
  • 2 Welte, Bernhard, Filosofía de la Religión,
    Herder, Barcelona, 1982, pp. 25-26.

5
  • No es el hombre el que adapta a Dios a su modo de
    comprenderlo, sino Dios que se limita humanamente
    para que tengamos acceso a él.
  • Señalemos que todavía estamos en un ámbito
    fenomenológico, de acuerdo a lo que se nos
    aparece como realidad divina. Nuestra reflexión
    dista mucho de hablarnos del Dios de Jesucristo,
    sobre el cual volveremos ampliamente mas adelante.

6
La finitud como realidad que nos interroga por el
ser
  • La experiencia de lo infinito en la realidad
    finita de la humanidad no puede sino
    circunscribirse en esta misma realidad finita,
    que es de suyo, el lugar antropológico en que se
    desarrolla toda realidad de Dios, el infinito por
    antonomasia.

7
  • Dicho de otro modo, el hombre sólo puede hacer
    experiencia de lo divino a modo humano, y en la
    experiencia de fe no existe otro modo de
    comprenderse así mismo sino como finitud. Es más,
    esta misma finitud es lo que garantiza la
    experiencia de fe.
  • Si el hombre se considerase así mismo como divino
    no necesita de la fe en otro, más que en sí
    mismo. El problema obvio es que si el hombre es
    divino donde encontramos su perfección, su
    infinitud, su poderío, su inmutabilidad o su
    impasibilidad, que son características propias
    de lo divino?

8
  • Lo que si requiere de todo nuestro esfuerzo, es
    el hecho mismo del estar en el mundo bajo estas
    condiciones de finitud. Está claro que somos,
    pero también está claro que dejaremos de ser y
    que alguna vez no fuimos, y en cualquier caso,
    bajo cualquier orientación filosófico, teológico
    o existencial.
  • Lo que se define con claridad de parte nuestra es
    que no podemos negar este hecho estamos en el
    mundo pero dejaremos de estar en él
    Interprétese nuestra existencia en el mundo a la
    manera de Platón, o de Tomás, o de Heidegger, o
    de Sigmund Freud, o como quiera que sea estas
    posibilidades de interpretación y todas las otras
    comparables dejan intacto el hecho fundamental
    que expresamos con las palabras estamos aquí en
    nuestro mundo. Este hecho permanece en todo
    caso3
  • 3 Welte, Bernhard, Filosofía de la Religión,
    Herder, Barcelona, 1982, pp. 51

9
  • Sólo queremos poner de relieve y llevar a nuestra
    existencia una realidad de la que estamos
    seguros, pero que paradojalmente, sólo la podemos
    experimentar a priori dejaremos de ser.

10
  • Evidentemente que estas reflexiones no son nuevas
    en la comprensión del fenómeno religioso o la
    experiencia creyente, ya otros desde diversos
    prismas han apuntado a la realidad que nos
    sobrecoge, y sobre todo nos amenaza.
  • En un texto de los que trabajamos elaborando
    estas reflexiones leíamos lo siguiente al llamar
    la atención sobre este hecho, nos apoyamos en
    reflexiones fundamentales de Descartes1 y
    enlazamos con lo que Husserl pretendía en el
    primer nivel de la reducción fenomenológica un
    suelo indudable para nuestras reflexiones
    ulteriores.2
  • Esto nos demuestra que no somos los primeros ni
    seremos los últimos en inquietarse por la
    experiencia religiosa a la luz de nuestro tiempo,
    nuestra reflexión se ofrece solo como un camino
    hacia lo definitivo.
  • 1 Cf. René Descartes, Meditaciones de prima
    philosophia, especialmente meditación II.
  • 2 Cf. E. Husserl, Ideen zu einer reinen
    Phänomenologie und phänomenologischen, libro
    primero, en E. Husserl, Gesammelte Werke
    (Husserliana), nueva edición de K. Schuhmann, t.
    III, I, La Haya 1976, pp. 31 ss.

11
  • El estar aquí es sólo posible como apertura a
    múltiples experiencias, respecto de nosotros
    mismos, de la sociedad y del mundo. Estas
    experiencias constituyen esencialmente nuestra
    existencia, dicho de otro modo, el que existamos
    nos abre a la diversidad de experiencias.

12
  • Lo que afirmamos es que a pesar de las diversas
    experiencias existentes, y aún en medio de
    aquellas que más nos acercan a la propia finitud,
    la religión pervive y está presente.
  • En otras palabras, la religión no ha podido ser
    sustituida, más aun, la propia finitud nos viene
    a interrogar por lo infinito, lo inmanente se
    abre a lo trascendente y es allí donde esta
    trascendencia más fuertemente se reconoce. Además
    la finitud no se muestra solo como negatividad,
    ella infiere y produce en el hombre efectos
    (ritos, solidaridad, bondad), es decir, puede
    intervenir en situaciones diversas, incluso
    transformar una situación de odio en
    reconciliación.

13
La Experiencia de la nada y la apertura al todo
  • Cada individuo experimenta con mayor o menor
    conciencia su propia finitud. Esta realidad
    finita supone en sentido obvio que un día
    dejaremos de existir y por tanto dejaremos de ser
    y sentir, es decir, nos enfrentamos desde nuestra
    condición existencial a la experiencia de la
    nada. Algún día nada seremos porque algún día
    nada fuimos. Pero qué comprendemos o que viene a
    nuestra razón cuando hablamos de la Nada?

14
  • Lo que abría que afirmar con toda claridad, en
    primer término, es que una vez no estábamos aquí
    y alguna vez dejaremos de estar aquí. Esta
    afirmación está fuera de toda discusión racional,
    pues es evidente por si misma.
  • No es posible negar que alguna vez no existimos y
    que alguna vez dejaremos de existir la muerte
    es un hecho de experiencia que no puede negarse.
    1 Es a esta realidad de dejar de ser, lo que
    llamaremos en nuestra reflexión, como la nada.
  • 1 Heidegger, M. Ser y Tiempo, Ed.Universitaria,
    Santiago de Chile, 2002, pp.277, traducción de
    Jorge Eduardo Rivera.

15
  • La nada es la diferencia entre la facticidad de
    aquello que reconocemos como algo y la aspiración
    de ese algo a ser aquello que es. Esta nada es la
    que nos espera y esto es la certeza indiscutida
    de nuestra condición existencial.

16
  • La nada se adviene a nosotros, nos amenaza, nos
    seduce hasta que algún día nos atrapa. Pero hay
    aquí algo que nos produce cierto interés. Si la
    nada es lo definitivo, en el sentido que la nada
    se presenta como lo infinito para nuestra
    existencia (pues con ella nunca más seremos)
    entonces no solo nos interroga por el hecho de
    dejar de ser, sino que se nos presenta como una
    realidad absoluta.

NADA EXISTENCIA
NADA
17
  • En otras palabras la nada será nuestro absoluto,
    lo definitivo, la totalidad de nuestra plenitud.
    Esta realidad nos abre a posibilidades ciertas
    que no podemos rechazar, existe una experiencia
    que es la de la nada y quien la experimenta y en
    esa experiencia ve que todos nosotros dejaremos
    de existir, puede entender esta experiencia como
    experiencia de una mera y pura nada, o como la
    experiencia de un encubrimiento absoluto. En el
    primer caso dirá aquí no hay nada en absoluto. Y
    en el segundo caso dirá aquí no veo nada. Lo que
    aquí hay, está enteramente sustraído y oculto
    para mí. 1
  • 1 Welte, B. Filosofía de la Religión, Herder,
    Barcelona, 1982, pp. 54.

18
  • Esta es nuestra realidad y condición ineludible
    que se nos manifiesta con toda su destreza y
    poder, frente a lo cual nosotros no somos mas que
    un breve lapsus de historia frente a la
    inmensidad del todo de la nada. La nada está en
    la existencia como su otro y de ningún modo solo
    en su límite o fuera de ella. La experiencia de
    la no existencia, de la nada, no la haremos solo
    al momento de nuestra propia muerte, sino que la
    hacemos ya hoy, de cara a nuestra propia
    existencia cotidiana.

19
  • Esta condición existencial que como ya decíamos
    es ineludible en nuestro ser, se nos hace
    inevitable. Entonces vale la pena también
    preguntarse por el sentido de lo que hacemos?,
    de lo que somos? y más aún de lo que queremos
    ser? Pues si todo, tanto lo que nos alegre como
    lo que nos entristece, si lo que nos enfada o nos
    atrae, si lo que nos causa asombro o lo que nos
    fascina sucumben ante la nada, será lanzado a la
    nada misma, que sentido tiene todo esfuerzo
    humano, toda dedicación, toda entrega, toda
    generosidad, toda promoción de la justicia, de la
    verdad, de la caridad, en otras palabras, cabe un
    principio ético de vida, se hace en sí
    consistente un modo de ser y de obrar?, parece
    que no.

20
  • El bien y el mal no tienen relevancia frente a
    la inmensidad de la nada, frente a la
    monstruosidad del dejar de ser que viene hacia
    nosotros. Ya no puede verse porqué haya de tener
    sentido comprometerse por la verdad y la justicia
    mas que por la mentira y la injusticia. La nada,
    entendida como simple nada nula, destruye todo
    esbozo y todo postulado de sentido. 1
  • 1 Welte, B. Filosofía de la Religión, Herder,
    Barcelona, 1982, pp. 69

21
  • Aquí nos encontramos frente a la Náusea
    sartreana, ante lo absurdo de nuestra existencia
    todo está demás, o no tiene la menor razón para
    ser y existir y no hay nada que pueda explicar su
    existencia. El hombre es pura contingencia y la
    realidad es absurda Eramos un montón de
    existentes incómodos, embarazados por nosotros
    mismos no teníamos la menor razón para estar
    allí, ni los unos ni los otros cada uno de los
    existentes, confuso, vagamente inquieto, se
    sentía estar demás con respecto a los otros. 2
  • 2 Cf. Sartre, J-P. La Náusea, Editorial Seix
    Barral, Barcelona, España, 1983, pp. 161, 162,
    163.

22
  • Si esta es la afirmación más profunda de nuestra
    existencia, entonces está claro que todo carece
    de sentido, más aún, lo único que tiene algo de
    sentido es la nada misma, por lo que habrá que
    solidarizar con ella viviendo lo que tengamos que
    vivir, buscando todo lo que nos acerque a la
    nada, es decir, todo lo que sea negación de lo
    humano, de lo existente, de lo que vivimos y
    experimentamos como principio universal el
    único sentido de todo es la Nada. 1
  • 1 Señalemos aquí que el nihilismo radical no
    se pretende afirmar nada, ya que toda afirmación
    de la nada supone un sentido. Lo único que afirma
    el nihilismo radical es la precariedad,
    fragilidad y cuestionabilidad de toda afirmación.
    Es decir cuestiona y pone en duda la propia nada.

23
  • Aclaremos, en todo caso, que la nada universal no
    niega la realidad o facticidad de todo cuanto es,
    sino que niega su valor y sentido. La aspiración
    al sentido de todo no se realiza.
  • Esta lectura así presentada nos sumerge en una
    realidad definitivamente inmanente, sin
    trascendencia, sin sentido, sin ética, sin
    consistencia existencial. Pero bajo estas
    condiciones la nada también se nos puede abrir
    como una posibilidad distinta de aquello que
    pensamos, pues, por un lado la nada es una mera
    nada nula, o bien todo tiene un sentido. Lo que
    queremos señalar es que la nada presenta
    características cuasi-divinas es el todo, es lo
    que permanece (lo infinito) es el horizonte hacia
    lo cual converge todo y es lo que a su vez en un
    principio originó todo. Esto es la evidente
    exigencia ética fundamental, la llamada de la
    conciencia misma.

24
  • Así cabe la posibilidad de que la nada nos abra
    hacia un todo ineludible y que no sea una nada
    nula, sino más bien una presencia oculta de un
    poder infinito e incondicional, que llena de
    sentido todo.
  • Es una presencia oculta que no se refleja en
    palabras, ni formas, pero es una presencia real.
    Mirando así esta misma realidad que antes
    observábamos en su sentido positivo, podemos
    ahora reconocerla con toda la fuerza negativa que
    ella acarrea.

25
  • La nada muestra las dimensiones de la infinitud
    y de la incondicionalidad. Y hace valer estas
    dimensiones en cuanto las muestra. Su infinitud y
    su carácter incondicional aparecen como poder,
    como un poder que es distinto por completo de
    todo lo que en los azares de lo finito
    acostumbramos a designar como poder. Y en este su
    poder, muestra que ella salvaguarda y conserva su
    sentido a toda vida finita y en especial a toda
    vida humana. Es más, en la misma radicalidad de
    la nada, esta no deja de ser una afirmación, lo
    que nos abre a la posibilidad de que esta
    absoluta nada que nos amenaza sea un todo
    afirmativo.
  • Lo que significa que la nada es lo que puede
    justificar y llenar toda vida. Todos estos rasgos
    positivos se nos presentan en forma de misterio.
    Pareciese que en la trascendencia de la
    existencia sostenida por la nada, se revela el
    ser.

26
  • La realidad misteriosa de la nada que se nos
    presenta en nuestra propia condición existencial
    nos sugiere aquí características que agilizan una
    experiencia de fe, al menos abren camino hacia
    ella. Es más, lo que tenemos aquí es que la fe
    en el poder misterioso, infinito e incondicional,
    fuente de exigencia para todo, que conserva todo
    sentido y decide sobre todo sentido, puede ser
    una fe fundada racionalmente (refiriéndonos sólo
    a su fundamento, no a la fe en si misma). En sus
    momentos decisivos descansa en intuiciones que no
    fuerzan a nadie. Pero esto no impide que se trate
    de intuiciones reales. 1
  • 1 Cf. Welte, B. Filosofía de la Religión,
    Herder, Barcelona, 1982, pp. 72.

27
La pregunta por el origen y el fundamento
  • Queremos insistir en estas próximas líneas en la
    acuciosa necesidad que la ciencia tiene de
    fundamentar sus criterios de juicio, sus
    postulados, sus hipótesis y todo lo que desee
    emprender como enunciado creíble. Todo aquello
    que la ciencia emprende debe ser por su propia
    naturaleza demostrable. Todo tiene su fundamento
    y este fundamento que subyace a todo trabajo que
    ha de llamarse científico necesita de su
    demostración.
  • Esta idea fundamental del quehacer científico nos
    remonta reflexivamente a la pregunta por el
    fundamento de aquello que fundamenta la ciencia,
    es decir, si todo tiene su fundamento es evidente
    que el fundamento de todo debe así mismo tener su
    fundamento y la pregunta que nos queremos hacer
    en este apartado versa precisamente por el
    fundamento de los fundamentos.

28
  • Parafraseando a Aristóteles tendríamos que decir
    con él que algunas cosas son por naturaleza,
    otras por otras causas. Por naturaleza, los
    animales y sus partes, las plantas y los cuerpos
    simples como la tierra, el fuego, el aire y el
    agua -pues decimos que éstos y otras cosas
    semejantes son por naturaleza. Todas estas cosas
    parecen diferenciarse de las que no están
    constituidas por naturaleza, porque cada una de
    ellas tiene en sí misma un principio de
    movimiento y de reposo, sea con respecto al lugar
    o al aumento o a la disminución o a la
    alteración. Por el contrario, una cama, una
    prenda de vestir o cualquier otra cosa de género
    semejante, en cuanto que las significamos en cada
    caso por su nombre y en tanto que son productos
    del arte, no tienen en sí mismas ninguna
    tendencia natural al cambio pero en cuanto que,
    accidentalmente, están hechas de piedra o de
    tierra o de una mezcla de ellas, y sólo bajo este
    respecto, la tienen. Porque la naturaleza es un
    principio y causa del movimiento o del reposo en
    la cosa a la que pertenece primariamente y por sí
    misma, no por accidente. 1
  • 1 Cf. Welte, B. Filosofía de la Religión,
    Herder, Barcelona, 1982, pp. 86.

29
  • Esta afirmación aristotélica viene a mostrar que
    ya la pregunta por el fundamento se remonta a la
    Grecia clásica y por tanto no reviste novedad, en
    cuanto pregunta, pero lo que si nos sugiere es
    que ha sido una preocupación en la historia del
    pensamiento.
  • Estamos entonces afirmando que el fundamento que
    se verifica en todo pensamiento interrogante y
    sobre el que se han edificado tanto la ciencia
    como la técnica, nos permiten preguntarnos
    legítimamente por ese fundamento.

30
  • Estamos hablando -en términos metafísicos- por la
    naturaleza del ser de todos los entes. En todo
    caso lo que es claro es que el ente recibe su ser
    y con ello su fundamento, de lo otro de todo
    ente, es decir, de algo que en su sentido
    original le es ajeno. Es evidente que no podremos
    responder en estas líneas sobre el fundamento de
    los fundamentos, o en palabras metafísicas, el
    ser de los entes, pero lo que si podemos afirmar
    con toda claridad, es que la misma realidad
    científica que nos remonta a sus fundamentos, nos
    obliga a reconocer que existe un fundamento de
    todo cuanto es.

31
  • Estas afirmaciones pueden resultar interesantes
    desde el punto de vista que intentamos atender.
    Lo que sucede aquí es que el pensamiento, en
    cuanto pensamiento, se trasciende así mismo y
    busca emprender el alcance de algo superior que
    lo funda. Nuestro interés respecto del fundamento
    del fundamento, nos evoca entonces con toda
    claridad la permanencia del ser de todos los
    entes.

32
  • Siguiendo los postulados en los apartados
    precedentes, y acercándonos a ellos desde una
    perspectiva positivo-científica, tenemos que
    señalar con toda razón, que el fundamento se
    encuentra en aquello que definíamos anteriormente
    como nada. Nuestro fundamento es la nada y no es
    un ente como sugería Aristóteles o Tomás, si esta
    es nuestra respuesta entonces tenemos que
    sostener que la nada es el origen del mundo y la
    existencia. El punto es que si la nada permanece
    vacía, la existencia carece de fundamento. Esta
    es la condición de posibilidad que se nos abre
    bajo la pregunta por el fundamento. Pues en la
    eventualidad que exista algo y no sea pura nada,
    se hace posible un marco que puede reconocer el
    misterio que se anuncia en el ser de todo aquello
    que es, y lo reconoce como origen y fundamento
    incondicional y trascendente, lo que enaltece la
    comprensión cientifico-positiva y a su vez
    favorece la apertura a un camino creyente.

33
Una experiencia culpable
  • No queremos terminar nuestro primer capítulo, sin
    desatender otro hecho existencial, que nos remite
    una vez más a aquello que hemos afirmado
    anteriormente, como caminos de posibilidad para
    asentir a la fe. Hablamos aquí nuevamente de una
    condición existencial que a todos, salvo raras
    excepciones, nos toca vivir, como signo vital de
    nuestra existencia. Nos referimos a aquello que
    se nos presenta como contradicción de nuestra
    propia conciencia la brecha que se nos
    manifiesta entre lo que intuimos que debería ser
    la realidad, y lo que de hecho es.

34
  • Hablamos de un quiebre en nuestro ser y sentir,
    que llevado al plano meramente personal se nos
    presenta como aquello que podríamos ser y aquello
    que realmente somos. Esa sensación que nos evoca
    esta contradicción existente en nosotros mismos
    es lo que denominamos aquí como culpa, o
    siguiendo la revelación cristiana pecado
    original. En palabras de Rahner1 Obtenemos
    el saber, la experiencia y el sentido de lo que
    es el pecado original, en primer lugar desde una
    interpretación religiosos-existencial de nuestra
    propia situación, desde nosotros
  • mismos. 2
  • 1 Hablamos aquí de uno de los teólogos mas
    eximios del siglo XX. (Friburgo de Brisgovia,
    1904-Innsbruck, 1984) De origen alemán y
    nacionalizado austríaco perteneció a la Compañía
    de Jesús desde 1922, se doctoró en filosofía con
    una tesis sobre Espíritu en el mundo (1939), que
    pretendía revitalizar, en contacto con el
    pensamiento de Heidegger, la metafísica
    tradicional. Con posterioridad, su pensamiento se
    extendió a todo el campo teológico (cristología,
    eclesiología, sacramentos, ecumenismo, acción
    política, vida religiosa, espiritualidad,
    cristianismo anónimo). Enseñó, con proyección
    internacional, teología dogmática y filosofía de
    la religión en Innsbruck, Viena, Munich y
    Münster. Fue designado teólogo consultor del
    Concilio Vaticano II y miembro de la Comisión
    Teológica Internacional. Entre sus numerosas
    obras cabe destacar Escritos de teología
    (1954-1975) y Curso fundamental sobre la fe
    (1977).
  • 2 Rahner, K. Curso fundamental sobre la fe,
    Herder, Barcelona, 1979, pp. 140

35
  • No podemos desconocer que existe una realidad de
    la cual siempre queremos huir, realidad que se
    nos presenta e interpela inevitablemente, al
    margen de las justificaciones de origen que le
    podamos dar, lo importante aquí es que está en
    nosotros. Sin embargo a partir de ella se nos
    pueden solicitar caminos que hacen posible una
    interpretación de nuestra propia existencia. La
    culpa nos evoca una presencia incondicionada que
    interpela al hombre para develarle lo que el
    mismo es culpable.
  • Es como si la culpa constituyera un horizonte
    extraordinario, que en cuanto abre al hombre a la
    verdad de si y a la presencia incondicionada del
    misterio, nos libera en nuestra propia mismidad,
    manifestando su propia dignidad. Esto es tan
    claro que la misma experiencia de la culpa afirma
    lo que somos en nuestra propia existencia.

36
  • La culpa condiciona al hombre para que este pueda
    ser lo que es. No se trata aquí de buscar
    satisfacciones a nuestras necesidades
    sentimentales y espirituales, sino de dejarnos
    interpelar por nuestra propia realidad
    existencial. Es nuestra existencia el único lugar
    desde donde podemos buscar una respuesta y
    abrirnos al misterio que nos interroga. Es aquí
    donde toma su fuerza el arrepentimiento como
    poder incondicionado que se nos presenta frente a
    la culpa. En su propio existir el hombre ve la
    luz de su culpa. Aquí y solo aquí se hace posible
    encontrar un camino de reencuentro con aquello de
    lo que siempre ha deseado huir, su propia culpa.

37
  • Esta misma realidad del sabernos eventualmente
    arrepentidos nos entrega con ello al todo de la
    existencia, este todo se presenta como horizonte
    de sentido, sin lo cual no podríamos emprender
    lógicamente nada particular. De este modo la
    propia autocomprensión del hombre nos sugiere un
    sentido, que posibilita un camino de asentimiento
    a la fe. Esta realidad existencial es la que da
    cuenta de nuestra ineludible condición
    antropológica, que en toda su amplitud reconoce
    la posibilidad del misterio absoluto, que
    llamamos Dios.
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