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Diapositiva 1

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No puede con l ser demasiado duro, aunque cueste, aunque parezca insufrible el sufrimiento. ... No ser demasiado pronto? ... – PowerPoint PPT presentation

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Title: Diapositiva 1


1
VIA CRUCIS
2
Vamos a seguir a Jesús "contemplando" en
sus últimas horas hasta su muerte, en la Vía
Crucis, el camino hasta su Cruz. Minutos
intensos. Lecciones imborrables para el
cristiano, para el hombre que quiere amar.
Momentos también de vileza, de cobardía, de
mentiras, de crueldad, de lo más bajo que podemos
ser los hombres. Y queremos comenzar con un
enorme Gracias Dios nuestro! Por este camino de
dolor y de amor, en el que estamos implicados.
Porque la nuestra, como la suya, no es vida sino
para amar, para crecer en el amor a la manera de
Cristo.
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I Estación Condenan a muerte a Jesús
Judas ha consumado la traición. Lo que
comenzó siendo falta de confianza y hasta de
honradez en detalles, minúsculos en ocasiones
pero reiterados, acabó siendo la disculpa para
ponerle precio a Dios. "Qué me queréis dar a
cambio de que os lo entregue? Ellos le ofrecieron
treinta monedas de plata. Desde entonces buscaba
la ocasión propicia para entregárselo". Se
acaba terminando, en efecto, en lo tremendo, tras
un tiempo prolongado de ordinario de
infidelidades que parecen de poca monta. Algo nos
cuesta, pero Dios lo quiere y decimos no le
decimos no quiero a Dios y nos hacemos los locos.
Qué precio le hemos puesto? Pero también en cada
uno la cosa venía de antiguo ... Luego, ante
el Sanedrín y Pilatos, prosigue la infamia y se
hace oficial, pública, más solemne. Y de una
eficacia terrible, aunque para alguno pudiera ser
inesperada por su inadvertencia culpable. El
lamento es entonces tan estéril como doloroso.
Y, mientras tanto, hemos escuchado ya los
latigazos ..., interminables. Y, entre risas, le
han coronado de espinas. María no se lo puede
creer si no hizo mal a nadie, si curó a muchos,
si es el Señor del mundo ... Se ha quedado
solo con todo el dolor y todo el abandono pero,
tú y yo, a veces, con nuestra incoherencia, nos
sentimos victoriosos también hemos vencido!,
como Caifás y sus amigos. Y, por si acaso ...,
también nos lavabos las manos.
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II Estación Jesús carga con la Cruz
Para cada momento de nuestra vida hay otro de
la vida de Cristo como ejemplo. Y la Vía Crucis
no es una excepción en cada una de sus
estaciones. Primero le traicionan, como
alguna vez a nosotros..., como alguna vez
nosotros... ahora carga con la Cruz. Parece
que el tormento le degrada, que pretende
aniquilarlo en el cuerpo y el espíritu sin
embargo, asumida en obediencia a Dios y a los
hombres, para quien sabe verla, la Cruz de Cristo
será su trono triunfal. Por encima del dolor
que le espera de esa Cruz, contempla Jesús en
ella, ante todo, la salvación nuestra. El
sufrimiento padecido será la garantía y expresión
de su amor por todos los hombres. Ya va con
la Cruz y parecería que todo se ha perdido que,
como otras veces, la injusticia triunfa y no hay
nada que hacer. Se diría que no ha valido la pena
tanta generosidad, tanto amor derrochado. Entre
el dolor y el desprecio, con la incomprensión y
el abandono, quién no pensaría si lo correcto lo
marca esa mayoría tranquila y en paz libre de
problemas? Hasta vociferan entusiasmados!
Es posible cargar con la Cuz esperanzados, con
aire todavía de victoria, al menos en el corazón?
Qué pesado se hace amar incomprendido! Sólo
la Madre no podía ser de otro modo está con el
Hijo. Señor, que no queramos rendir nunca la
esperanza, aunque estemos sólo ciertos de
agradarte a Ti. La tendremos también a Ella.
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III Estación Cae Jesús por primera vez
La marcha de Cristo con la Cruz no es en este
día un paseo triunfal entre la multitud. Más bien
parece el fracaso de Jesús de Nazaret, imprevisto
para muchos pero incontestable para todos. Un
profundo desengaño oscurecía la mente de
bastantes tan evidente parece su impotencia
cuando cae. Despreciable aparece la Cruz y
despreciable, humillante y una colección de
dolores el camino. Jesús cuenta de antemano con
el límite y la claudicación de sus fuerzas
humanas quien tanto había podido ante el pueblo,
aparece ahora sometido a humillante derrota.
Tampoco para nosotros debe ser una sorpresa caer,
aunque también reconozcamos éxitos en la vida
caer y vernos caídos, humillados para
espectáculo. Humillados para esos planes
nuestros, ilusiones de triunfo ..., que habrán
sido tantas veces motor de actividad. Pero
Cristo, mientras cae, está en lo de siempre
unido al Padre, siente una profunda compasión por
los autores de aquel tormento y por los
espectadores, que no se enteran ... y por
nosotros. De ahí que apenas piensa en el dolor,
en los golpes, en la sangre, en las impaciencias
groseras ... porque el problema no es Él, somos
cada uno. María querría caer como Jesús por
acompañarle, junto a Él y en su lugar sólo Ella
se ha enterado, porque sabe que el confort puede
ser más deprimente que la caída, los tropiezos y
los golpes que la humillación de su Hijo es y
será la energía, la seguridad y la fortaleza para
muchos. Adelante, pues arriba de nuevo como
Jesús con la Cruz de cada día!
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IV Estación Jesus encuentra a María, su Santísima
Madre
María estaba allí. No podía ser de otro modo.
Ella que, por ser la Llena de Gracia, entiende
todo lo que puede entender el hombre sobre la
Pasión de su Hijo, contempla y adora el misterio
del dolor amoroso de Jesús. Pero, cuánto sufre
entretanto! Cómo consolaría a Cristo esa
mirada! Para qué las palabras? Sus corazones se
entienden bien. Únicamente Ella se hace cargo de
lo que sucede en cuanto es posible en este
mundo y Jesús lo sabe. Pero es su madre y,
aunque María no le pueda quitar el padecimiento
... ahí están los pecadores los de aquel día y
los de todos los siglos, resplandece en Ella
también un amor desprendido de todo, dispuesto a
todo por los hombres, que acompaña y consuela al
de Jesús. María quiere seguirlo y sostenerlo
aún, como cuando niño, maternalmente, y lo hace
hasta la cumbre como le es posible hacerlo en
esta hora. Su presencia fiel es una caricia
animante para Jesús y casi lo único de este mundo
que no le falta, que no echa de menos en su
momento supremo. No nos imaginamos a María
fuera de sí, desesperada por la tragedia de ver
que matan al Hijo que ha dado sentido a su vida.
Ella es capaz de notar en cada acontecimiento la
mano providente amorosa y justa de Dios y que
todo sucede para el gran bien de la humanidad.
Entrega, obediencia con dolor, fe,
perseverancia, olvido de sí, humildad palabras
grandes, enormes!, que son el amor que debe
configurar también nuestra vida.
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V Estación Simón ayuda a llevar la Cruz de Jesús
Qué no le habrán hecho ya a Jesús desde que
lo apresaron en el Huerto! Es tal su estado y
debilidad que se ven obligados a ayudarle con la
Cruz, quizá por temor a que se les muera en el
camino sin poder ejecutar la condena establecida.
Y obligan a Simón, uno que pasaba ... ajeno
aparentemente al problema de Cristo, y que acabó
luego siendo conocido entre los primeros
cristianos. Narra san Marcos que venía de una
granja y era padre de Alejandro y de Rufo. Aquel
hombre de Cirene ajeno a la comitiva de la
ejecución ayudó a Cristo, aunque quizá de mal
grado. De modo inesperado tal vez, también
la vida de todos los días se nos complica y nos
pide un plus de heroísmo pobreza, fortaleza,
valentía, generosidad, amor. Son de algún modo
imposiciones por nuestra condición, del
superior, deberes profesionales, familiares,
preceptos de la Iglesia, normas que la
colectividad ... Es Cristo, Dios, la única
razón, hasta ahora inadvertida, que reclama un
planteamiento y ejecución diferente en la misma
existencia. Y es también para la Redención del
mundo. Una opción para ese cireneo que somos cada
uno. La Madre hubiera querido poner sus
hombros y todo su ser bajo aquella Cruz por
descargar al Hijo. Pero imitar a Simón es cosa
nuestra. A Ella le pedimos la decisión de no
resistirnos.
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VI Estación Una piadosa mujer enjuga el rostro
de Jesus
Es como si cundiera el ejemplo. Porque a
Verónica no se lo piden. Algo imperioso dentro de
sí la mueve, sin aún saber que Dios mismo
agradecerá silenciosamente su gesto de limpiarle
el rostro. Hay que estar dispuestos. Se
necesita poner de lo propio, correr el riesgo y
jugarse la vida, como Verónica entre la masa que
vocifera y la crueldad de los soldados. Es por
Dios! un paso más en el amor que no se satisface
cumpliendo lo impuesto, lo acostumbrado, o lo que
basta. Ya no hay sentido de la medida, no se
sopesan posibles propias perdidas, que no es por
justicia ese derroche. Puede parecer cosa de
locos, y así lo piensan muchos buenos también,
que podrían serlo más. Sin duda sin duda
alguna, como ella, notamos también la recompensa
y pronto. La tradición dice que se llevó en su
paño el rostro de Cristo. Y en cada uno va
quedando también, más y más, algo de Jesús cuando
le amamos así en quienes nos rodean. Puede
parecer, porque lo es, lo menos habitual, lo más
llamativo y sorprendente en esta sociedad. Pero
la finura del amor siempre ha reclamado actitudes
desproporcionadas, desatinos o, más bien,
conductas exageradas para los otros. Pero es por
Dios! Sin pensarlo dos veces sin hacer
cuentas de si vale la pena por una sola persona
si lo va a agradecer si será muy difícil un
cambio a estas alturas si será lento el proceso
y larga la dedicación que María nos lo recuerda
es siempre por su Hijo y por el mundo.
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VII Estación Cae Jesús por segunda vez
No le importa que sea muy patente la
debilidad. Y se ve la verdad de quien asumió
plenamente la forma de siervo semejante en todo
a los hombres y no hizo uso para sí de su
condición divina, como recuerda el Apóstol.
Hace cuanto puede y, cuando ya no puede, cae.
Pero se levanta de nuevo agotando las fuerzas
cada vez más mermadas. Dispuesto a consumirse y
fracasar a la vista de todos aunque cada nueva
caída parezca dar más y más la razón a muchos que
lo contemplan triunfadores. Los que le
seguían entusiasmados horas antes tantos!,
dispuestos a todo, no están ahora, y yace en el
suelo solo, con una soledad más amarga que todo
el dolor físico padecido. Levantarse por ellos?
Cuántos justos motivos para dejarlo! Pero no
pierde la presencia de su Padre, que nunca
abandona aunque mucho sea el dolor y aparente la
soledad. También en nuestras derrotas
tendremos siempre ocasión de confiar en Dios,
nuestro Padre. No puede con Él ser demasiado
duro, aunque cueste, aunque parezca insufrible el
sufrimiento. Quiere Dios que seamos capaces
con ayuda de su Gracia. Nosotros humildes,
dóciles, sinceros, y ... tranquilos. Persuadidos
bien persuadidos de ser capaces de alcanzar la
cumbre con nuestro Padre, como Cristo, a través
de las caídas. Santificando cada tropiezo. Toda
una vida tropezando. No hay palabras para
expresar lo que pasa María. Pero soporta, también
humildemente, la visión de su Hijo en qué ha
quedado la gallardía de su Rey!
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VIII Estación Jesús consuela a las hijas de
Jerusalén
Aunque no acierten del todo con el verdadero
mal, reconocen en Jesús bajo la Cruz tanta
injusticia y sienten tanta compasión que lloran
desconsoladas en su impotencia. Sobreabundan
los motivos para las lágrmas, pero "no lloréis
por mí", les advierte. Porque el problema es el
pecado, los pecados de muchos, de todos que
causaban sobre su cuerpo y su alma inocentes toda
esa Cruz y ese dolor. El pecado es el mal,
el único mal. Una obra sólo del hombre, del
hombre solo, sin Dios. Perdido el sentido de la
vida qué tremenda desgracia!, y tal vez sólo
entonces, se consiente en la Cruz para Cristo.
Y no la merece. Al contemplar, por eso, esa
Cruz tremenda, que destroza ya profundamente su
cuerpo, es natural llorar de compasión. Lo
ven abandonado de todos, humillado ante el
capricho de los sayones y los improperios de la
gente al pasar. La injusticia es tan manifiesta
en quien "todo lo hizo bien ..." no hay derecho
a tanto desatino! Y su cabeza y su corazón
están con los hombres. Por cada uno ofrece todo,
cumpliendo la voluntad del Padre, para que
podamos ser eternamente felices por el perdón de
los pecados. Aunque algunos pecando y sin aceptar
el perdón lleguen a padecer un sufrimiento sin
igual. María llora también. Llora por el Hijo
y por los hombres. Su llanto de intercesión,
mientras acompaña con su entrega la de su Hijo,
qué luces y qué fuerzas para rectificar no nos
habrá conseguido!
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IX Estación Jesús cae por tercera vez
Otra caída más, que esta vez parece ya para
no levantarse. Pero la energía humana casi no
hace falta cuando el corazón quiere ser fiel y,
sin saber cómo es la Gracia del Cielo, podrá
coronar se cumplirá el querer del Padre que es
Omnipotente y es esa su voluntad. Quieren
ellos que llegue al Calvario para la crucifixión,
sólo por cumplir con la orden del Procurador. Y
también Él lo desea por cumplir la voluntad del
Padre. Obedece como puede, agotado, hasta el
límite último de sus fuerzas y su dolor, aún
sabiendo que lo peor la crucifixión misma está
todavía por llegar. Y nosotros, cuándo no
podemos? No será demasiado pronto? Parece
que no nos valdrá la pena los tropiezos van a
sucederse siempre ... y, además, la triste
experiencia acumulada ... y nos sentimos
incapaces y, tan débiles nos vemos, que hasta se
nos hace atractivo el polvo sucio del camino.
Pero no es cierto acaso que está la Gracia de
nuestra parte, que con humildad somos poderosos?
Lo quiere Dios? yo también lo quiero y ni
un instante me detengo a considerar las
dificultades, siempre irrelevantes ante Dios
conmigo. Posiblemente es el momento de la
docilidad, de dejar hacer en este caso a quien
nos quiere. Como María que también deja hacer,
persuadida de que Dios está sobre todo. Asiente a
la divina voluntad, con una espada que le
atraviesa cuerpo y alma, como le anunció Simeón.
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X Estación Despojan a Jesús de sus vestiduras
Tal vez por cumplir con la rutina de siempre,
más que por compasión, le dan una bebida
narcótica para el peor momento. Pero, probándola,
no la acepta. Quiere toda la lucidez, aunque nada
se amortigüe el dolor, y puede así ofrecer al
Padre y a los hombres todo su amor obediente, y
lograr con creces nuestra salvación así se ama!
Así nos quiere Dios! Nos organizamos la
vida a veces con criterios de lo más fácil ...,
lo más cómodo ..., lo más sencillo ..., lo más
llevadero ...? Porque poca veces así se llega a
lo mejor. El poco esfuerzo, la falta de heroísmo
o la ausencia de malestar a toda costa nos
podrían apartar de lo bueno. El verdadero bien,
lo realmente valioso, suele ser arduo. Sin
ningún derecho ya ante los sayones, consiente que
le quiten todo. Para lo más grande llevado a cabo
en nuestro mundo nada es necesario sólo el
cuerpo para dar la vida y una voluntad para
amar. Al que siempre pasó entregando,
haciendo el bien a cualquiera que se encontró, le
arrancan los vestidos y se los reparten y
sortean. Ya no es digno de nada. Pero su corazón
sigue a nuestro favor "Padre, perdónales, porque
no saben lo que hacen" he aquí su dignidad.
Y esa notoria pobreza, ese contemplar siempre a
la vida buscando lo mejor para los otros, es otra
parte del tesoro que nos deja. Ni un ápice
pierde, sin embargo, de su señorío a punto está
de reinar triunfante desde la Cruz.
Entretanto María, con su mirada de adoración, le
tejía un suave y abrigado manto, de tanto amor
como el que puso al tejer la túnica inconsútil
que le arrancan ahora los soldados.
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XI EstaciónJesús es clavado en la Cruz
Lo clavan a la Cruz y no hay palabras capaces
de expresar el tormento. Sería, por esto, el
momento culmen del triunfo largamente esperado de
los que quisieron perderle. El Hijo de Dios
crucificado. Humillado, torturado, clavado como
un bicho. Parece imposible tanta crueldad. Y por
cada uno está entregando la vida a Dios Padre con
Amor. Con un Amor a la medida de su sufrimiento.
Con un sufrimiento a la medida de sus deseos de
salvarnos, de su amor por la humanidad de
nuestro bien. Y, a costa de más dolor, queda
colgado de la Cruz, expuesto en alto a la vista
de todos. Salvó a otros, y a sí mismo no pudede
salvarse. Y se burlan "que el Cristo, el Rey de
Israel, baje ahora de la cruz, para que veamos y
creamos". Pero también se cumple así el
divino plan de Redención. "Cuando sea levantado
de la tierra, atraeré a todos hacia mí", había
profetizado. Esa imagen de Cristo crucificado
será en adelante por los siglos de los siglos
la más verdadera y elocuente expresión del amor
del permanente e indescriptible amor de Dios por
los hombres. De un amor sincero y auténtico que
no se confunde con sucedáneos más o menos
sentimentales, estando purificado y garantizado
en el sufrimiento. María acepta el querer
divino y sufre es la hora del dolor en la mayor
sintonía que es posible en esos momentos con los
sentimientos del corazón de Jesús asintiendo,
secundando. Y también perdonando.
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XII Estación Muerte de Jesús en la Cruz
Y desde la Cruz Jesús sigue amando, sin
parar, hasta el momento mismo de la muerte. No
pierde ocasión "Hoy estarás conmigo en del
Paraíso", declara al ladrón sincero y convertido.
Qué fácil lograr el favor divino! Todo es
desearlo de verdad y con confianza. Pero con
María, su Madre, y con Juan, que somos cada uno,
se adelanta "Mujer, ahí tienes a tu hijo ... ahí
tienes a tu Madre". Y quedamos así los hombres
hechos hijos para siempre de la Madre de Dios, y
María madre nuestra. En su interior, la
tortura manifiesta de su humanidad y hecha
oración "Dios mío, por qué me has abandonado?"
Que en verdad Dios no abandona jamás, aunque eso
piensen muchos, que poco saben de su amor
infinito y de su omnipotencia. Puede que sea Dios
el único que no abandona, el que será siempre
fiel y siempre misericordioso y compasivo.
"Tengo sed", declara con franqueza. Y por
fin "Todo está cumplido", asegura y se abandona
confiado "Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu". Y expira. Ya somos hijos de Dios.
Cristo crucificado es el fondo, la razón, el
sentido, la posibilidad de toda oración de la
oración de los hijos de Dios rezar desde la
Cruz. Ella querría haber muerto en su lugar y
sufrido por Él todo el dolor, pero no debe ser
así. Ahora tiene infinidad de hijos hasta el fin
del tiempo, y es el modelo limpio de fe, de
esperanza, de amor.
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XIII Estación Desclavan a Jesús y lo entregan a
su Madre
Amigos de verdad lo desclavan, cuando todo
indica que no lo podrá agradecer, y lo entregan a
su Madre. Cómo sería su dolor con la mayor
cercanía del cuerpo de Jesús, y aquella sangre,
aquellas heridas, las espinas, la frialdad del
desnudo cadáver...? a la medida de su amor.
Podría parecer además que se le muestra con más
innegable evidencia la conclusión fracasada de
toda una vida que su entrega sin condiciones, de
treinta y tres años atrás, sólo ha servido para
un tremendo alboroto y, a última hora, el
ridículo y el sufrimiento. Soledad, abandono
y llanto de María, sí. Y la certeza inconmovible
de tener consigo, junto a tanto dolor y aunque
nadie lo crea, la prueba más palpable del mayor
de los triunfos. Tiene en sus brazos, a pesar de
lo que ha visto hacer con su Hijo, de lo que
ahora contempla sin ninguna duda, una tal
manifestación de amor que no cabe en mente
humana. Es el momento está convencida del
cumplimiento de la promesa Angélica "... y su
Reino no tendrá fin". El cuerpo de su Hijo,
tantas veces cuidado, tan próximo siempre, el
fruto de sus entrañas, es más que nunca ahora su
Dios y Redentor, a quien rendidamente adora llena
de esperanza.
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XIV Estación Dan sepultura al cuerpo de Jesús
Es el más enojoso deber de los que le son
fieles. Un ritual de definitiva despedida,
llevado a cabo con prisas, por la hora, aunque
pusieran en él todo su esmerado afecto. La
vista del cuerpo que ahora depositan y abandonan,
y ser más conscientes aún hasta tocarlas con sus
manos de las huellas tremendas de la Pasión, los
hace más solidarios, si es posible, con el ideal
divino y humano de Cristo, pagado a tan gran
precio. Momentos para el silencio y la verdad
... porque no siendo ahora ellos, nosotros
visibles para sus ojos cerrados, parece, sin
embargo, que le está nuestra vida más patente que
nunca. Es la hora de ser y sentirse
responsables. Ha contado con cada uno. Pocas
horas antes lo recordaba con fuerza "Os he dado
ejemplo para que, como yo he hecho con vosotros,
también lo hagáis vosotros". Y la vista de lo que
ha quedado de Jesús de Nazaret nos conmueve.
Será que hace falta tanto? Únicamente María
mantiene también entonces una esperanza sin
fisuras. Su amor inmenso a Dios y su humildad, su
confiada entrega a todo plan divino, le hacen
comprender que es mucho más grande y poderoso el
divino amor por los hombres de lo que podemos
imaginar que superará siempre con creces
nuestras más audaces expectativas que sus
promesas se cumplen por imposible que parezca a
nuestras inteligencias. Y por mucho que haya
que rectificar, y por enorme que parezca la
exigencia y costosa la renuncia, con Dios a favor
de su criatura como veremos un día todo es
posible.
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Parecería mentira tanto fruto, tanto bien,
tanto contento, como nos ha traído a los hombres
la pasión hasta la muerte de Cristo. Pero es la
gran verdad que sostiene nuestra única grandeza,
la única garantía consistente de dignidad humana
podemos ser hijos de Dios! Vivamos de la
mano de María, verdaderamente Madre, para poder
con su ejemplo, con su estímulo, con su ayuda
avanzar todos los días en nuestro via crucis de
amor, de dolor y con Ella!
Texto FLUVIUM Imágenes Mel Gibson. La Pasión
de Cristo Música Antonio Vivaldi. Stabat Mater
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